Quien le da dignidad al pueblo, recibe a cambio lealtad
Por Lourdes Filgueira
“Que sepan hoy los indignos farsantes, que este pueblo no engaña a quien no lo traiciona”, dijo el General Perón desde el balcón de la casa Rosada y definió sin quererlo, la esencia del 17 de octubre; el día de la lealtad.
El pueblo, rebelado y preocupado había salido a la calle a pedir por el hombre que sin ser Presidente, había dignificado a millones de trabajadores y trabajadoras de la Argentina. Peones rurales, trabajadores de fábricas, trabajadoras del servicio doméstico que habían dejado de ser esclavos y esclavas para pasar a ser justamente trabajadores: con un salario, con un descanso, con vacaciones, jubilación y un aguinaldo. La gratitud, el amor y la lealtad que esto había generado se volcó espontáneamente a la calle.
Hoy, 75 octubres más tarde, el legado de Perón sigue vivo. Sigue vivo en cada dirigente que sabe interpretar con la sensibilidad de Perón y Evita las necesidades de un pueblo que siempre y a toda costa, busca salir adelante.
Hemos vuelto a ver la Plaza de Mayo colmada de amor y gratitud hacia dirigentes que nos permitieron volver a soñar con una Patria más justa, libre y soberana. Fue el caso de aquel 9 de diciembre en el que Cristina cerraba 12 años de gobierno Nacional y Popular con una plaza repleta de jóvenes, de hombres y mujeres que habían vuelto a soñar con un país que tuviese la solidaridad como bandera, que sintiera orgullo de sus científicos, de sus satélites, de su cultura, de su historia de lucha y del proyecto Latinoamericano.
La lealtad no es obediencia, no es ceguera ni fanatismo. Es el amor a alguien que te devuelve la esperanza de sentir que se pueden defender los intereses nacionales, empezando por nuestra gente. Perón, Evita, Néstor y Cristina se comprometieron con el pueblo. Y el pueblo con ellos. Porque quien le da dignidad al pueblo, recibe a cambio lealtad. Y ese es un lazo que no se rompe con operaciones mediáticas, ni con persecuciones políticas o judiciales.
Hoy, aunque no podamos encontrarnos en la plaza y abrazarnos nos une la alegría de saber que a nuestro trabajo lo guía la firme convicción de que el amor vence al odio.